Por unos días dejaré de aburriros con mis pseudofilosofadas de Sófocles de barrio y os relataré el viaje que Càrol y yo hemos emprendido.
Con todos los bártulos y el coche más lleno de víveres que una tienda de ultramarinos hemos salido de Girona. Para ello hemos decidido contar con la inestimable ayuda de la bala gris, nuestro coche, un imponente Nissan Micra 1.2 80CV con el que he librado muchas batallas y siempre ha me ha demostrado ser un escudero de confianza.
Primera noche: Aix-en-Provence. El camino hasta aquí ha sido entretenido. Hemos disfrutado de los vientos casi huracanados del sur de Francia que empiezan en Perpignan, llegan a su punto álgido en Leucate y desaparecen a la altura de Montpellier. Nos han acompañado por el camino cientos de aerogeneradores, el castillo de Salses, Narbonne, Beziers, el arenal de Arles, las salinas de los Étangs,… y la flora y fauna del parque automovilístico europeo: coches de lujo, verdaderas tartanas -curiosamente con matrículas ininteligibles, de Rumanía o de Bulgaria-, caravanas, barcos remolcados, autobuses, camiones,… y algún que otro motard intentando emular a Valentino Rossi.
Finalmente, después de 400 km, en los que la bala gris se ha comportado como un jabato, hemos llegado al hotel, un Bed & Breakjast (BB), pero en nuestro caso sin breakfast. Tenemos que terminarnos las tres bolsas de croissants de la Bella Easo que tenemos entre los víveres.
Después de tomar un tentempié hemos decidido ir a dar un paseo por el centre ville de Aix-en-Provance, una ciudad que nos ha dado la impresión, descartando sus alrededores, que se puede ver en un par de horas. Eso sí, las calles con adoquines, trazadas con tiralíneas, son encantadoras. Las fachadas de las casas están muy bien conservadas, con grades ventanales y colores vivos. Está lleno de los típicos bistrots franceses con mesas en la calle cubiertas por toldos de los cincuenta y el ambiente que se respira y la confluencia de comensales deja claro que está en la zona Mediterranea de la France.
Antes de ir a dormir ponemos el despertador a las 05:30 (que locura!). Nos espera Verona.
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