Amanece un nuevo día en El Calafate. El término amanecer en la latitud del hemisferio Sur en el que nos encontramos, -50,34º, en estas fechas hay que cogerlo con pinzas. Oscurece a las 12 de la noche y a las 4 de la madrugada vuelve a amanecer; difícil de asimilar para personas con biorritmos de la vertiente Mediterránea.
Nos hemos levantado a las 8 de la mañana. Otro desayuno hiperglucémico a base de alfajores, pepas y trozos de budín, nos ha servido para cargar las pilas para un día de aventura. Un autobús con unas 15 personas nos ha recogido en el hotel a las 09:30 y nos hemos dirigido a Cerro Frías, ubicado en una extensa llanura a unos 20 kilómetros de El Calafate, dirección Perito Moreno. Una vez en el campamento base, con unos 4x4, 8 aventureros hemos subido hasta la parte más alta de la montaña para practicar tirolesa. Lo que para nosotros es el gentilicio femenino de un habitante del Tirol austríaco para los argentinos es lo que nosotros conocemos como tirolina. Según la Wikipedia: “Uno de los principales problemas de esta actividad es el engrampe testicular que se puede producir con el roce de la soga.” Hay que ser un valiente, pues, la Wikipedia lo deja claro.
Según los organizadores la distancia de una ladera a otra de las dos montañas era de 500 metros, altura máxima de 82 metros, desnivel de 40 metros y velocidad media de 56 km/hora. En estas latitudes es bastante coherente aplicar factores de corrección de estos datos de al menos un 30%, puesto se tienden a exagerar las cosas, especialmente en el sector turístico. La sensación de libertad al volar a tal altura y velocidad en medio de la estepa, sin ningún rastro de civilización, delimitada por lejanas montañas, es complicada de definir. Utilizando un clásico, podemos decir que ha sido como sentirse como un pájaro. Después de dos descensos, donde hemos coincidido con el media punta del Olimpia de Bahía Blanca (equipo de futbol de la primera división argentina), Martín Rolle, hemos comido un asadito a base de carne de vaca y de pollo con salsa criolla y chimichurri. Esta comida la hemos compartido con todos los que han hecho alguna actividad en Cerro Frías.
Por la tarde hemos hecho una nueva excursión. Ha sido espectacular. Con un trekker, una especia de camión 4x4, con motor IVECO y 240 caballos de potencia, un grupo de unas 20 personas hemos ido a lo largo de la ladera de la montaña de la estancia Williche. Con dos paradas, una a 800 metros de altura y otra a 1100 metros, hemos podido observar todo el valle de El Calafate por el oeste, con el lago Argentino y el Brazo Rico al horizonte. También está la península de Magallanes, que de forma caprichosa, oculta lo que sería la guinda del pastel para cualquier fotógrafo, el glaciar Perito Moreno. La belleza del paisaje es increíble. Más aún lo que queda por el lado este. Una zona árida, que alrededor de 85-90 millones atrás albergó glaciares. A día de hoy, queda desierto, piedras erráticas y piedras sedimentarias; éstas últimas formando el llamado Laberinto de las Piedras, dando lugar a estrechos pasillos. Fuera de estos: la nada, montañas áridas de piedras y el silbido del viento. Me ha impactado este paisaje, totalmente virgen, sin ningún rastro humano, tan desértico como países del norte de África y con unos toques lunares que lo convierten en un lugar mágico, en un polo magnético tan potente capaz de atraer a cualquiera. Después de bajadas pronunciadas con el trekker hemos llegado de nuevo al hotel. Mañana nos espera Chile, concretamente el Parque Nacional de Torres del Paine.
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