Tanto el colectivo (autobús) como el sol parecen ir a cámara lenta. El primero porque nos estamos desplazando por una carretera recta, cuyo límite no lo marca ninguna curva, sino el horizonte. También el paisaje es completamente uniforme, ningún árbol, ninguna construcción, ninguna montaña. Al no tener ningún punto de referencia no sé si nos desplazamos a 10 kilómetros por hora o a 100. En cuanto al sol, está en la misma posición relativa que hace tres horas, parece que nunca vaya a oscurecer. Esto nos lleva en un estado de no-tiempo extraño. Ahí fuera están pasando cosas, lo sabemos, pero nosotros tenemos la sensación de ir a cámara lenta. Un espacio-tiempo ideal para relajarnos, poder terminar de leer Multimillonarios por accidente (el libro en el que está inspirada la película Social Network, que explica el nacimiento de Facebook) y sobretodo, volver a retener, retener los que hemos vivido hoy: un día en el Parque Nacional de Torres del Paine, en Chile.
Hemos madrugado para salir en colectivo desde El Calafate a las 05:30 de la madrugada; cómo no, con una claridad aplastante. Después de 3 horas de viaje hemos tenido que hacer los trámites de aduana tanto en Argentina para salir, como en Chile para entrar. Lástima que no estén suscritos en el tratado de Shengen - cierto, no estamos en Europa -; abríamos podido disfrutar una hora más de unos de los lugares más bellos que hasta ahora hemos visto.
El guía, un chileno de unos 30 años, de nombre Manuel, con un peculiar acento que remarcaba de una forma asíncrona y musical las sílabas tónicas, tanto en español como en inglés, con su amplio conocimiento y amabilidad nos ha abierto las puertas del parque de las Torres del Paine. El nombre viene por tres formaciones montañosas verticales con forma de dedo que culminan la cordillera del Paine. Por otro lado, Paine hace referencia al color azul intenso, que tienen sus zonas heladas. Me ha congratulado mucho cuando ha comentado que el color azul del hielo es debido a la refracción de la luz, algo de lo que hablé el día de la visita a Perito Moreno. Escuchar su explicación bastante apurada del fenómeno ha hecho que por un momento pensara que de nuevo estaba en la universidad o en un círculo un tanto freak.
Los paisajes: inexplicables, de belleza increíble. Como una imagen vale más que mil palabras mejor podéis contemplar algunas de las fotos que hemos hecho o Manuel nos ha tomado a Càrol y a mí. La presencia de cóndores y guanacos, estos últimos en abundancia y muy cerca de nosotros durante fases el viaje, han sido el colofón a un paisaje lleno de lagos, cascadas y montañas verdes, abruptas y nevadas.
Como la perfección y la simetría van dadas de la mano, una vez hemos llegado al punto más lejano del trayecto, Lago Toro, hemos vuelto por el mismo camino, hemos hecho los trámites en las aduanas chilena y argentina y hemos vuelto por el camino de no-tiempo, desde donde estoy escribiendo estas palabras ya a sólo media hora de El Calafate.