jueves, 6 de enero de 2011
Día 10 y 11 – Gualeguaychú
Gualeguaychú es una ciudad de la provincia de Entre Ríos, la Mesopotamia argentina. Se encuentra entre los ríos Gualeguaychú y Uruguay. Se caracteriza por celebrar el mayor carnaval de Argentina, que se lleva todos los sábados desde enero hasta el primer fin de semana de marzo.
Este año se daba la coincidencia que el inicio del carnaval coincidía con el primer día del año. Tuvimos la suerte de poder asistir al carnaval, que se celebró en el corsódromo de Gualeguaychú, una espectacular construcción que consta con una avenida de 600 metros de largo con zonas de gradas a ambos lados. En total 7 tribunas por lado. La celebración contó con la presencia de 26.000 fans incondicionales, entre los que estábamos nosotros. Participaron 3 comparsas, la ganadora del año pasado, Arayeví, y las dos ascendidas: Mari Marí y Kamarr. El sistema consta de 5 comparsas, la que gana continua el siguiente año, las otras dos pasan un año en la nevera, y las que estaban en la nevera este año, el que viene participarán. La producción de los carnavales de Gualeguaychú es increíble: 4 carrozas por comparsa, unas 500 personas para cada una, unos disfraces muy elaborados; en definitiva, un carnaval de gran calidad que vale la pena ver. La fiesta se extendió hasta las 6 de la madrugada, donde el colofón coincidió con el amanecer del día 2 de enero.
Dormimos poco, muy poco. A las 10 ya estábamos de pié. El día 2 lo pasamos entre las termas del camping, que no nos terminó de quedar claro que fueran naturales, ya que había un gran horno de leña, y con una bañada a orillas del río Uruguay, en la palya de Niandubalsay. Nunca nos habíamos bañado en un río. La verdad, si nos hubieran llevado a la la playa del río con los ojos tapados desde Girona habríamos pensado que estábamos en alguna playa de Brasil, un lugar muy recomendable y donde, como dice los argentinos, la pasamos muy bien. En frente veíamos Uruguay.
Después de cenar volvimos al camping para descansar. Al día siguiente nos esperaban más de 1000 kilómetros hasta San Miguel de Tucumán.
martes, 4 de enero de 2011
Día 9 - Tandil
Otra noche confortable en Presidente Irigoyen. Después de un nuevo desayuno a base de facturas de Monarca vamos a comprar souvenirs para familiares y amigos en la Alquimia. La siguiente etapa del día ha sido ir a visitar a un gran amigo, Nacho, que en compañía de él y de su pareja, Nuria, haremos un viaje hacia el norte del país, pero esto empezará mañana.
Comemos con Nuria, Nacho y Ale en casa de Nacho. Unas excelentes empandas, partidas de ping pong, baños en la pileta y un interesante debate sobre si el jugador de futbol más bueno de la historia de Argentina ha sido Messi o Messi, amenizan la última tarde del año. Antes de irnos a preparar para la comida de Fin de Año hacemos una parada en el Centinela, una roca al borde de un precipicio en la sierra Tandilia, una de las más antiguas del mundo, al formarse en una de las primeras eras geológicas de las que aún quedan vestigios.
La cena de fin de año la celebramos en casa de los padres de Nacho, don Pino y doña Clara. Don Pino, aparte de hacer unos asados excepcionales y de regalarme una camiseta de running, es uno de los muchos hombres que ha logrado vencer en una carrera de running, concretamente la carrera Merrell por montaña en Tandil, a lo largo de 26 km, a un gran corredor que conozco y que hace alarde de hacer más de 20 años que se halla en la cima de la disciplina. Después del delicioso asado animamos a todos los comensales a comer las 12 uvas, tradición española, que de seguro, después de nuestra visita se arraigará en las tierras argentinas.
Para terminar de celebrar la entrada del año hemos ido a ver los fuegos artificiales que la municipalidad de Tandil ha regalado a sus habitantes y a los gorrones que nos encontrábamos en la ciudad. Unos fuegos de artificio muy elaborados, de más de media hora de duración. La noche de celebración transcurrió entre los boliches Bartolomé y Paca, con un intento de incursión a la fiesta privada de Juan Martín del Potro, que quedó en eso, en un intento.
Esta noche para nosotros siempre es especial, puesto que es cuando Càrol y yo nos conocimos. En esta ocasión hemos celebrado nuestro octavo aniversario del día en que nos conocimos. Que acertado fue esa noche de principios de la década pasada decidir ir con los amigos a celebrar el fin de año en Milenium.Día 8 - Tandil - Necochea - Tres Arroyos
Sueño reparador en Presidente Irigoyen. Desayunamos unas excelentes facturas argentinas de Monarca y un zumo de naranja Baggio, uno de los mejores desayunos que jamás he tomado; otro tanto a favor de Ale.
Después de comprar la comida, unas milanesas de pollo tamaño XXL, nos dirigimos con Càrol y Ale a Necochea, a unos 200 kilómetros de Tandil. El principal interés turístico es su playa. Miro hacia el sur y mi vista no logra alcanzar el fin de la playa, es realmente larga, por el norte está el puerto. Por tercera vez nos bañamos en el Atlántico, antes lo habíamos hecho en Fécamp, una ciudad de la Normandía francesa, y en una playa próxima a Amsterdam. No obstante, esta es la primera vez que nos bañamos en el hemisferio sur, una fecha a recordar por dos fanáticos de la playa. Argentina tiene rincones preciosos, pero en playas los ganamos en la Costa Brava. Lo que no teneos en la Costa Brava, y sí vimos en Necochea, son lobos marinos. Ante un viento fuerte que hacía que la arena impactara en nuestras caras y pareciera que nos clavaban agujas, nos quedamos a unos 150 metros de los animales. No impresionó ver este tipo de animal y tenerlos tan cerca. Seguramente se veía claramente que éramos turistas; mientras la gente pasaba como si nada, nosotros estábamos impactados. Por una parte por el espectáculo natural que presenciamos, por otro, por el fuerte olor de los animales que el viento nos hacía llegar, acompañado de la arena de la playa, una combinación matadora.
Después de Necochea, nos fuimos a Tres Arroyos, la ciudad natal de Ale. Nos enseñó la ciudad y terminamos en casa de sus padres, donde comimos un asado con su madre y sus dos hermanos. El asado lo hizo Luciano, uno de los hermanos. Hay que decir que fue muy bueno, el mejor desde que hemos llegado a Argentina. Una combinación estupenda y al punto de chorizo, morcilla, asado y vacío. Un diez para Luciano y para toda la familia por la comida y su excelente acogida.
A las doce de la noche agarramos la ruta 30 y volvemos a Tandil. En total, a lo largo del día hemos hecho 600 kilómetros por los pastos infinitos de la Pampa húmeda.
Día 7 - El Calafate - Tandil
Nos levantamos sobre las 8 de la mañana y hacemos el último desayuno hiperglucémico en el hotel de El Calafate, a base de alfajores, pepas y zumo de naranja ligeramente diluido, probablemente por oos problemas de abastecimiento de naranjas de los últimos días en la zona. A las 10 nos viene a buscar el autobús para dirigirnos hacia el aeropuerto. En el bus coincidimos con Owen, un inglés aventurero casado con una argentina con quien ya habíamos coincidido en dos excursiones en El Calafate; una de esas casualidades que se dan en los viajes.
Después de facturar las maletas y que nos dieran el boarding card para entrar en la zona de control nos obligan a pagar un impuesto de salida dell Calafate, algo ciertamente curioso, para no decir revolucionario.
El vuelo fue amenizado por una familia de 7 hijos que se encargaron de no aburrirnos. Los padres no podían llamarles la atención, volaban en business. Owen nos volvió a demostrar que para él no existen ni las normas ni las leyes. A parte de no hacer una sola cola, ni para facturar ni para entrar al avión, y hacer unas coladas nunca vistas, desafió a la mismísima fuerza de la gravedad al dedicarse a pasear por el pasillo del avión cuando entramos en una zona de turbulencias.
Ya en el Aeropuerto Jorge Newbery de Buenos Aires nos estaba esperando un gran amigo, Ale, quien nos vino a buscar desde Tandil, donde fuimos a pasar la noche, en tota hizo 760 kilómetros por nosotros, lo que dice muchísimo de él. Nos ilusionó mucho volverlo a ver, hacía casi un año y medio que no nos veíamos, y a las grandes personas siempre se las extraña.
Argentina es tan grande que existe una gran variedad de paisajes. Dejamos atrás la región de la Patagonia, austera, ventosa y casi desértica, a pesar de estar en medio de una de las mayores reservas acuíferas del mundo, pero de una extrema belleza. Llegamos a la llanura pampiana. El camino hacia Tandil estuvo “ameninzado” por cientos de kilómetros de pastos con núcleos urbanos de unas pocas casas cada hora de trayecto. Un “desierto” verde y sin ninguna montaña. Después de un excelente asado en un restaurante llamado La Pulpería, que compartimos con Ale, nos fuimos a dormir.