"Me lo enseñaron y lo olvidé, lo vi y lo entendí, lo hice y lo aprendí"
Esta frase la leí en un papel amarillento y arrugado pegado en la puerta de un profesor veterano de la universidad hace ya algunos años. Llevaba ahí hacía tiempo, seguro. Talvez el docente hacía años que intentaba transmitir este mensaje entre los alumnos que lo iban a ver al despacho, o que como en mi caso, pasaban por el labaríntico pasillo -donde se encontraba su cuadrículo de ideas y sabiduría- cuando iban ver a otro profesor para resolver dudas, ir a una revisión de un examen o a trabajar en su proyecto de final de carrera. Esa frase estaba firmada por el romano Cicerón el s.I a.C, me gustó y a partir de entonces la vengo utilizando con cierta frecuencia.
El otro día recibí, como cada mes, una revista entregada a la ingeniería. Un artículo me llamó la atención. Hablaba de una persona que había sido un alto ejecutivo de distintas empresas agroalimentarias y que decidió dejarlo todo para tomarse un año sabático, cambiar de rumbo de vida, y sobretodo, dejar el frenetismo de su día a día. Finalmente, decidió invertirlo en formarse en "reducción del estrés" en el MIT, la meca del conocimiento científico, y un lugar en el que cualquier amante del estudio de las disciplinas técnicas le gustaría perderse.
A día de hoy, dos años después, se dedica a la impartición de cursos, conferencias y seminarios; vaya que se ha convertido en un "gurú" de la gestión del estrés. En mi opinión, y supongo que también en la de Cicerón, para aprender y por tanto poder enseñar, no debería haber puesto en práctica lo que le transmitieron y vió en el MIT durante un tiempo en la empresa agroalimentaria de la que venía... ? Supongo que puede haber distintas interpretaciones. Algunos dirán que la mejor forma de aprender es enseñar. Seguro que ayuda, pero para aprender, hay que hacer.